¿Más?
Cierto, perdón.
Muchísimo más.
No
volveré a hacerlo, sí le olvidaré y seré feliz. Después de comerse aquel kilo
de helado de chocolate y tras ver Wirker Park, El diario de Noa, One day,
Querido Jonh y cualquier otra película romántica unas mil veces más. Tantas que
hace horas que se nos gastó el helado, la pizza que pedimos al Telepizza y el
Kebab ya está empezando a bajar. Y somos una especie de bola llena de mocos, de
hinchados ojos, que huele a no querer que se le arrime nadie y que tiene más
frío en el corazón que los pies sin calcetines que lleva arrastrando por el
pasillo hasta el cuarto de baño. Se mira al espejo mientras llena la bañera –no
queda agua caliente, pero de eso aún no se ha dado cuenta- se ve más fea de lo
que está y llora un poco más. Cierra el grifo y mete el pie en la bañera y
llora porque no recordaba que la bombona estaba tan vacía como ella. Y claro,
se le amontonan las ganas de dramatizar. Así que decide que es hora de
maldecirte. Pero justo le suena el móvil y resulta que es un mensaje tuyo
diciéndole ‘hola’, sí solo hola. Pero ella respira, deja de llorar, se lo toma
como un pequeño ‘¿me perdonas?’ y te empieza a maldecir un poco más bajito.
Escribiendo todo lo que se arrepentirá de haberte dicho unas cuantas frases más
adelante. Se sentirá orgullosa, se lo contará a sus amigas. Sus amigas le dirán
que no merece estar así, pero sí si merece.
Es
mejor llorar que ahogarse.
Aunque creo que cada persona muere tantas
veces en vida como decepciones asoman por la puerta. Por eso, cuando sonreímos
tras una mala experiencia se dice que sobrevivimos y no que seguimos vivos.
¿Y tú, vives o sobrevives?