Basta. No voy a darle más vueltas. Voy a intentar no pensar.
Voy a desconectar mis sentimientos por un momento. Corazón deja de latir de
esta manera. Duerme. No pasa nada. No por ahora al menos. Todo saldrá bien
¿verdad? Será mejor pensar en positivo
en estos momentos. No sirve de nada pensar en negativo y perderse de nuevo por
el sendero de la duda y del miedo. Sueño. Sueño en el mañana. Estoy en la
calle. Perdida y algo mareada por culpa de la multitud que me encuentro al
entrar en el pub. Le encuentro. Nos cruzamos. Nuestras miradas se encuentran,
se enlazan. Me quiero acercar pero algo me detiene. No puedo moverme ¿Qué me
ocurre? Veo como me grita algo. En vano.
No soy capaz de escuchar nada que no sea alboroto. Entonces me doy cuenta, ya
no estoy allí. Estoy lejos. Tan lejos que ni el aire que respiro es el mismo.
De un
golpe despierta de aquel extraño sueño. Ya es de día. Es el día. Asustada saca sus pequeños pies de entre las sabanas a
la realidad. Es entonces cuando sin querer, sin ella darse apenas cuenta le
vienen las palabras de aquel mensaje de texto que recibió hacía ya casi un año
de Mario, su amigo hasta hace unos meses. Como corre el tiempo. La angustia la
absorbe en ese momento. Ella intentando ocultarse se arropa hasta la cabeza y
cierra los ojos. Aun le duele. Odio lo que ocurrió tanto como lo que no pudo
ocurrir. ¿Cómo no se dio cuenta antes? ¿Por qué fue tan estúpida? Aun no lo
entendía. En el fondo sabía que nunca en la vida lo terminaría de entender.
Pero en este momento eso no es lo importante. Todo aquello pertenece al pasado.
Solo al pasado. Eva pensaba que tal vez si se lo repetía unas cuantas de veces
más se lo terminaría creyendo y su corazón escondería de nuevo todos esos
recuerdos y sentimientos en aquel lugar de donde salieron sin permiso. Porque el
pasado es un simple tiempo al que nadie puede volver. Resulta estar demasiado
lejos de nuestro alcance.
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